No sé si a los administradores o dueños del Fundo Monardez en La Serena, les pueda agradar esta crónica, la cual no tiene otro fin que resaltar los lugares históricos y turísticos de la ciudad de La Serena.
Monardez, se sitúa en la quebrada del mismo nombre, al Oriente, a unos ocho kilómetros de la ciudad papayera.
Introduzco, diciendo unas pocas palabras respecto del hermoso lugar – el cual visité hace un tiempo atrás – en unas horas relativamente cortas. En realidad no me preocupe del reloj ni del calendario solo sé que el tiempo fue demasiado corto.
Y es que quedé absorto del lugar – voy a ocupar un calificativo que casi nunca uso – pues está dedicado a exaltar – en una escala valórica de mi propiedad – las virtudes que me suceden. El Calificativo es ¡Inolvidable!…
Ya me hubiera gustado quedarme allí, por un largo tiempo; pues es un sitio maravilloso, donde el aire que se respira es probablemente el mejor del mundo; combinación que se da por las cercanías con el mar y por la exuberante vegetación.
Vegetación llena de flores y plantas endémicas.
Hay un manantial – que extrañamente hace un recorrido ovoide – una acequia que recorre el lugar con agua fresca y pura venida de la montaña.
Es un lugar que difícilmente podré olvidar y visitar de nuevo. Allí, en el poco tiempo que estuve conocí y aprendí mucho – vi el paraíso, compartí con bellos ejemplares de la creación; me saludaron sus animales; si hasta comí desde el suelo, las deliciosas calanchoes – esas plantas anti-cancerígenas que brotan como la mala hierba.
Para los que no conocen, les recomiendo ir, y digan que un agradecido de la vida, les recomendó el lugar, el cual es muy saludable, sobretodo en tiempos de otoño, tiempo en que caen las hojas de los arboles; y éstos se desnudan para invernar, para con nuevos bríos, renacer en la primavera próxima.
Monardez, la quebrada lleva ese nombre porque allí vivió el hilarante cura Diego Monardez que ejercía su ministerio en el curato y aldea de Sotaquí, donde murió el año 1815, a la edad de noventa años. El cura Monardez, es la leyenda de un disparatado y extraño personaje, un cura minero que provisto de raras y jocosas situaciones nos llevan a meditar entre la realidad y la ficción.
El Cura Monardez fue dueño del lugar, su fundo era mucho mas amplio de lo que es hoy, éste fue parcelado y uno de sus dueños fue después el señor Jaime Canilla.
La leyenda del cura Monardez, está incluida en el libro que escribió nuestro historiador serenense don Manuel Concha, autor de Crónica de La Serena. Han de saber amigos que, el señor Concha es autor también del libro Tradiciones Serenenses, publicado por primera vez en el año 1883. Anteriormente, sus tradiciones habían sido publicadas en diarios, principalmente en La Prensa de Valparaíso, entre los años de 1874 y 1875.
Del libro yo solo conozco la edición que hizo la Biblioteca Popular Nascimento, cuyo director era nuestro conocido escritor Alfonso Calderón.
Este libro fue reeditado por la Universidad de La Serena, con un trabajo espectacular de la historiadora regional, Susana Pacheco Tirado.
Del fundo Monardez, probablemente se puedan escribir muchas historias; tal vez de amor, tal vez de aventuras o sucesos; eso depende de sus visitantes.
El fundo Monardez, está en la historia de Chile, porque allí ocurrió una cruenta batalla entre dos bandos que se peleaban la hegemonía de gobernar nuestro país.
Sucedió esto en el año 1823, cuando el general Ramón Freire, quien fuera a la postre Presidente de Chile, viajó desde Santiago con destino a La Serena. Partió desde el puerto de Valparaíso en barco, el cual le llevó a hasta la Caleta de Guanaqueros, para entrar luego a La Serena, y allí combatir al Coronel don Pedro Uriarte, quien se había sublevado en esos largos y complicados días que se vivieron después de la Abdicación del General Bernardo O’Higgins Riquelme, el 28 de enero de 1823.
Las tropas de Uriarte y Freire, se encontraron en la Quebrada de Monardez, donde se trabaron en un encarnizado combate que duró todo el día.
La batalla fue cruenta, dramática y larga; finalmente no hubo vencedores ni vencidos.